La ausencia de grupos indígenas en territorio nacional ha sido una y otra vez señalada -particularmente en la época de oro de la democracia liberal caucásica nativa- como una ventaja comparativa frente al resto de una oscura, atrasada y sin duda aindiada América Latina.
Esta ausencia fue presentada en el relato de la nación en tanto producto de una desaparición tal vez lamentable, aunque necesaria a la buena promoción y consolidación de las bases de una nación igualitaria, homogénea, civilizada, democrática, blanca y progresista.
El tardío reconocimiento en los variados discursos sociales de los diferentes genocidios que exterminaron a la población indígena que habitaba este territorio no lograron, con todo, revertir el núcleo duro del relato de la nación, su máxima negación: la ausencia de indígenas en el Uruguay.
Dado que fueron exterminados o diluidos en la población nacional general, hay apenas recuerdos, temerosas reconstrucciones históricas, materiales que aparecen sin contexto etnográfico, fantasmas de la huella indígena, pero clara y científicamente: no hay indios en el Uruguay. Esta frase repetida una y otra vez, no ha sido azarosa, sino que responde a un pensamiento social, a unas antropologías que hemos denominado «caucásicas». La antropología caucásica confunde mapa con territorio en sus devaneos esencialistas que exigen para los charrúas y otros grupos indígenas de la comarca la demostración de la realidad de su esencia, de su identidad esencial.
La antropología caucásica ha basado su discurso esencialista en la metafísica de la continuidad, tan cuestionada por la Antropología Social y las ciencias sociales y humanas en general. Dicha continuidad puede tomar un ropaje biologicista o bien geográfico-historicista, siempre en pos del establecimiento de un tiempo/espacio continuo que albergaría a los charrúas o a otros grupos indígenas del terruño.
Sea que consideremos a la identidad como un fondo virtual, en el sentido levistraussiano, o bien en tanto contrastiva y relacional como Pierre Bourdieu, o tal vez como ipse y no como ídem (como haría la antropología caucásica) siguiendo a Ricoeur, o, en fin, como espacio tensional en el marco de tantas y tantas geopolíticas del conocimiento (recreando a Mignolo), lo cierto es que ninguna de estas consideraciones teóricas soportaría el hecho de considerar un sujeto idéntico a sí mismo en el tiempo/espacio, una esencia que no admitiría construcciones, reconstrucciones e invenciones por doquier.
La emergencia o (re) emergencia charrúa y de otros grupos indígenas en los territorios de la nación tienen que ser considerada más allá de insultos y descalificaciones. Son construcciones identitarias tan antropológicamente relevantes como cualquier otra, tan emergentes e inventadas como cualquier otra, con una diferencia fundamental: poseen la vehemencia de aquellas identidades intersticiales, negadas y polimórficas que incomodan al relato hegemónico de la nación, particularmente en sus rasgos falsamente universalistas a la vez que negadores de toda singularidad cultural (con la excepción de la blanca e inmigrante).
Por eso este 10 de abril (y todos los días que sean necesarios) resulta fundamental acompañar los esfuerzos de las organizaciones indígenas del Uruguay y colaborar a la rápida implementación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de manera que los dispositivos de reconocimiento estatal -y su impronta en los actores públicos y privados- se vuelva una realidad concreta para los habitantes indígenas de esta parte del mundo.
La necesidad de construir otro relato de nación en el cual las singularidades culturales sean constitutivas del mismo y no negadas como condición de producción de este relato, nos lleva a convocar a la comunidad antropológica y a los colegas de las disciplinas que trabajan sobre la diferencia, a acompañar los esfuerzos varios que se vienen llevando a cabo en numerosos espacios con el fin de implementar rápidamente el Convenio 169 en el heterogéneo ámbito del Estado-Nación uruguayo.
Prof. Tit. Dr. L. Nicolás Guigou
Dpto. de Ciencias Humanas y Sociales, FIC, Udelar.
Prof. Agr., Director del Dpto. de Antropología Social, FHCE, Udelar.