Verónica
Roldán y Alejandro Frigerio (Eds.) El Papa Francisco en América Latina.
Editorial Biblos, 2017.
-
La Argentina católica de los años 2000, antes y después del papa Francisco
Verónica Roldán
Francisco
en el imaginario utópico de la Argentina: una aproximación desde la
cultura, la persona y la esperanza colectiva
Gustavo A.
Ludueña
-Estéticas de la pertenencia: el “fenómeno Francisco”
en la cultura visual argentina
César Ceriani Cernadas
-Francisco
en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro
Cecília
Mariz y Brenda Carranza
-Francisco en la visión los evangélicos
brasileños y argentinos
Ari Pedro Oro y Erico Tavares de Carvalho
Junior
-Nuevos cambios en el catolicismo brasileño: ¿un
nuevo Papa, una nueva Iglesia?
Raymundo Heraldo
Maués
-Representaciones del papa Francisco en Chile: imágenes,
expectativas y usos
Luis Andrés Bahamondes González
-Crónica
de una relación complicada: el “des-efecto” Francisco en
México
Renée de la Torre
-El impacto del papa Francisco
en Paraguay
José Zanardini
-El escenario evangélico en la era
Francisco: lecturas y miradas desde el campo religioso
peruano
Rolando Pérez
-La apuesta más difícil y arriesgada
de Francisco: convertirse en el Papa de las dos Américas
Massimo
Introvigne
EL PAPA FRANCISCO Y LA IGLESIA: ¿RENOVACIÓN O
REFORMA?
-Reorganizar lo eterno: el impacto del papa
Francisco en la Iglesia Católica
Enzo Pace
-Jorge Mario
Bergoglio, un papa latinoamericano
Carlos Alberto Steil y Juliano
Florczak Almeida
-El Papa “verde”
Cristián Parker
G.
-Francisco, entre realismo y profecía
Ignazio Ingrao
-La
agenda ecuménica del papa Bergoglio
Paolo Naso
-Una reflexión
sobre la influencia “personal” de los pontífices
Cecilia
Costa
-Los primeros efectos del pontificado de Jorge Mario
Bergoglio en el catolicismo italiano: ¿discontinuidad o
continuidad?
Luca Diotallevi
-La ética y la pedagogía
del gesto y la palabra en Francisco y su impacto en los medios de
comunicación
Maria Teresa Russo
-Francisco: ¿un Papa más o
un pontífice diferente?
Roberto Cipriani
-Bergoglio, un
significante vacío
L. Nicolás Guigou
-Francisco, un desafío
a las ciencias sociales de la religión
Pablo
Semán
EPÍLOGO
Alejandro Frigerio
Francisco:
Entre la religión, la política y la cultura.
Por
Alejandro Frigerio (FLACSO-CONICET)
(Epílogo
del libro: “Francisco: El Papa de América Latina”. Verónica
Roldán y Alejandro Frigerio, comps. Biblos, 2017).
Múltiples
evaluaciones de Francisco: los artículos reunidos en este volumen
evidencian una enriquecedora heterogeneidad de recortes, perspectivas
y datos. No podría ser menos, dada la variedad de académicos de
diferentes países que intervinieron. Pese a ello, se pueden dividir
nítidamente en dos grupos. El primero está compuesto por los
análisis que privilegian una perspectiva o un recorte
temático nacional:
cómo el papado de Francisco ha impactado en distintas sociedades, o
cómo su figura es percibida en diferentes contextos nacionales. O
sea, tanto lo que Francisco ha
hecho,
como lo que han
hecho con él,
en diferentes países – una diferenciación que ya nos ha parecido
relevante en otras ocasiones (Frigerio y Renold, 2014) pero que es
aún insuficientemente considerada. Es más común que los análisis,
ya sean académicos o periodísticos, se focalicen principalmente en
la agencia de Francisco e ignoren la manera en que distintos públicos
y personas se apropian de su figura y de su mensaje, resignificándolo
de múltiples maneras, a través de marcos interpretativos que en
ocasiones poco tienen que ver con el propuesto desde la Iglesia
(Frigerio 2015).
El segundo bloque de trabajos se concentra
principalmente en evaluar la tarea de Francisco al frente de la
Iglesia Católica, teniendo como interrogante principal cómo su
papado afectará o no a esta milenaria institución, y, de manera
secundaria y ya más difícil de probar, si su presencia carismática
conseguirá detener, o revertir, la sangría de fieles de la Iglesia.
A continuación intentaré resumir los principales ejes de
análisis evidentes en estos trabajos, para establecer tanto las
dimensiones de la realidad social y religiosa para las cuales una
figura como la de Francisco puede ser relevante, como las maneras en
que los académicos creen que lo puede ser. Intentaré brindar una
reseña de las múltiples dimensiones del “efecto Francisco”
apuntadas en este libro, que muestran también el estado de la agenda
académica contemporánea al respecto y apuntaré algunos
posibilidades de análisis futuros.
1)
Francisco en los diferentes contextos nacionales
En
Argentina, donde la elección de Bergoglio como Papa ha tenido un
fuerte impacto social a través de una nutrida cobertura mediática
que tempranamente convirtió el tema en altamente noticiable,se está desarrollando un interesante campo de estudios que no sólo
intenta comprender las dimensiones religiosas del “efecto
Francisco” sino también sus múltiples implicancias culturales
(como se puede apreciar en la compilación de textos de Renold y
Frigerio, 2014). Estos estudios van más allá de las dimensiones
usuales de análisis, como las características específicas de la
Iglesia Católica en el contexto nacional, las relaciones que
establece con el Estado y el grado de su preeminencia en el “campo
religioso” local. También examinan cómo su figura ha sido
apropiada y tematizada de maneras resonantes con la narrativa
dominante de la nación; cómo fue incorporada a la “marca ciudad “
de Buenos Aires; cómo fue utilizada para la construcción de
comunidades morales (primero encumbrada como líder de la oposición
a Cristina Kirchner, y luego denostada como populista y demasiado
cercana a ella) o cómo se dio su incorporación al panteón de seres
extraordinarios con los que los argentinos o los porteños gustamos
construir identificaciones colectivas -como Maradona, Gardel, Evita,
el Che o Messi (ver Carozzi 2003, Frigerio 2014).
El
primer tipo de abordaje, focalizando principalmente en las
dimensiones “religiosas”, está representado en este libro por el
trabajo de Verónica Roldán, que brinda una visión panorámica del
campo de las creencias (mágico-)religiosas en Argentina, y resume
los principales puntos de la actividad de Bergoglio como arzobispo de
Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, que
prefigurarían algunas de sus posteriores preocupaciones como papa.
El
segundo tipo de abordaje, ya más atento a las dimensiones
“culturales” del “efecto Francisco”, está desarrollado en
los trabajos de Ludueña y Ceriani. [1] Gustavo
Ludueña resalta el entrelazamiento de visiones religiosas y
políticas, forjadas dentro de una determinada configuración
cultural nacional, que producen una visión salvífica de la elección
del papa argentino, exaltada en contextos religiosos, políticos y
culturales y concebida como una oportunidad de regeneración de la
Iglesia, de la sociedad y de la unión nacional en pos de una mayor
equidad social. Una multiplicidad de características personales,
como su evidente ascetismo anterior y actual, su visión
ejemplificadora de Francisco de Asís, su pasado peronista y su
preferencia por una teología “del pueblo” son enlazadas,
reinterpretadas y magnificadas para corporizar y sustentar estas
esperanzas salvíficas. Similarmente, César Ceriani muestra cómo el
nuevo Papa devino en “un
caleidoscopio del “deseo social” argentino, desplegando en
distintos individuos y agrupamientos sociales ansiedades
chauvinistas, expectativas utópicas y posibilidades de éxito
político, económico, deportivo y artístico”.
Los argentinos “hicieron
y entendieron a Francisco”
poniendo en circulación y apropiando masivamente su imagen en
múltiples medios, contextos y situaciones sociales. Entre los
ejemplos que analiza se encuentran la instalación de su imagen
santificando tanto comercios como oficinas públicas, la
“sacralización/patrimonialización
hagiográfica de Francisco en el espacio urbano”
llevada a cabo por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la
utilización política de su imagen por militantes de distintas
vertientes políticas.
Fuera
del contexto argentino, los trabajos vuelven a concentrarse más en
la repercusión dentro del campo religioso de cada sociedad, o en la
relación que en cada caso se establece entre Iglesia y Estado, temas
-como dije- más clásicos en el estudio de la religión
latinoamericana. Sin embargo, en estos análisis también aparecen,
aunque de manera menos central, variables extra-religiosas como la
“nación”, la política o las cuestiones sociales. La primera,
principalmente en la manera en que la nacionalidad del Papa afecta
las evaluaciones sobre sus obras o su recepción emotiva, en base a
las imágenes que sobre “los argentinos” prevalecen en cada
contexto, o en qué medida las identificaciones posibles como
“latinoamericanos” resultan atractivas y crean simpatía por el
nuevo Papa. La política y las cuestiones sociales se entrecruzan con
las posiciones teológicas y religiosas de distintos grupos y actores
sociales para evaluar los discursos y acciones de Francisco, y el
menor o mayor grado de empatía con ellos.
Dos
contribuciones abordan el impacto de la figura del papa entre los
evangélicos latinoamericanos -la primera “minoría” religiosa.
Como muestran Ari Oro y Erico Tavares, entre los evangélicos
argentinos parece prevalecer una buena opinión de Bergoglio, ya que
conocen y recuerdan su acercamiento a los pastores locales. Entre los
brasileros, se combina una apreciación de su sencillez, junto con el
resquemor acerca de la excesiva plata invertida por el gobierno
brasilero en la Jornada Mundial de la Juventud realizada en Rio de
Janeiro en julio de 2013. Para algunos evangélicos, la imagen del
papa también es afectada por su nacionalidad argentina -vista una
cierta rivalidad entre ambos países que en Argentina se restringe
principalmente al fútbol, pero que en Brasil abarca otras
dimensiones y toma otras magnitudes. También es necesario tomar en
cuenta la disímil situación de ambos dentro de los campos
religiosos de sus respectivos países. En Brasil, el mayor número y
la creciente fuerza política de los evangélicos los puede llevar a
posiciones más confrontativas que las de sus pares argentinos,
socialmente invisibilizados frente a un catolicismo más poderoso y
favorecido desde el Estado argentino. El artículo de Rolando Pérez
muestra las distintas posiciones teológicas (y socio-políticas) al
interior del campo evangélico peruano que influyen fuertemente en la
evaluación de la figura del Papa Francisco. Algunos pastores
conservadores lo ven, competitivamente, como protagonista de un
posible reavivamiento de la fe católica, y otros lo consideran
demasiado “liberal” en sus posiciones frente a la sexualidad
(pese a que en Argentina Bergoglio lideró o acompaño una alianza
estratégica con los evangélicos locales respecto de estos temas).
Los más liberales ven con agrado sus opiniones sobre problemas
sociales como la corrupción, la crisis ambiental, la pobreza y
aprecian la posibilidad de intervenciones públicas cristianas sobre
estos temas. Los sectores más progresistas de los evangélicos y los
protestantes históricos se sienten aún más identificados con el
crítico posicionamiento social del papa argentino.
Las
visitas papales a distintos países latinoamericanos siempre tienen
un impacto significativo en el campo religioso local, y muestran el
inevitable rol de las iglesias locales como necesarias intermediarias
de la figura y enseñanzas del Papa, visibilizando también sus
intrincadas relaciones con los gobiernos de turno, dentro de una
historia mayor de relaciones Iglesia-Estado. Adquieren una gran
importancia social, reciben una fuerte cobertura mediática y son
fuente de preocupación gubernamental, precisando además de una
ostensible cantidad de recursos económicos estatales para su
realización. Para el analista académico, revelan continuidades y
cambios en las imágenes del Papa, muestran las particularidades de
la Iglesia Católica en cada contexto social, su posicionamiento
político y teológico versus el discurso social de Francisco, y su
cercanía o distancia de los gobiernos- como evidencian los artículos
de Carranza y Mariz para Brasil, de De la Torre para México,
de Zanardini para Paraguay, y de Introvigne para Cuba y EEUU.
El
caso más claro que aparece en el volumen es quizás el de México,
analizado por Renée de la Torre. El impacto global de Francisco no
parecía reflejarse en tierras aztecas, donde ya las cinco visitas
previas de Juan Pablo II habían establecido una conjunción notable
entre su figura, la Iglesia Católica y la mexicanidad. Esta se
sintetizaba en la famosa frase pronunciada por el papa polaco en su
primera visita al país: “México siempre fiel”, cuyo correlato
gráfico es la imagen en que la Virgen de Guadalupe lo sostiene en su
regazo mientras éste le besa la mano (aún una visita casual a
México permite ver la popularidad de esa imagen, y la presencia
constante de otras de Juan Pablo II). La expectativa política,
religiosa y académica por la visita de Francisco en febrero de 2016
-y por sus posibles repercusiones políticas y religiosas- fue apenas
cumplida, en la medida en que el contacto del Papa con el pueblo
mexicano fue fuertemente controlado por una Iglesia local, un
gobierno y un aparato mediático recelosos de su mensaje y posiciones
sociales (ver también Suarez, 2016).
En
su visita a Brasil, al contrario, Francisco contó con un contexto
local mucho más favorable -una Iglesia más próxima a su posición
política y mensaje pastoral, y un gobierno progresista de centro
izquierda-. Los resultados, por lo tanto, fueron otros. Como señalan
Brenda Carranza y Cecilia Mariz, “En
la Jornada Mundial de la Juventud de julio de 2013, Francisco
demostró su estilo pastoral a través de la proximidad y simplicidad
y postura política de cuestionamiento-denuncia. Durante ese evento,
reforzó tanto la legitimidad del liderazgo papal, como los
principios oficiales sobre la justicia social con un llamamiento a
favor de los más pobres. (….)“.
En
otro caso, intermedio entre ambos, José Zanardini afirma que en un
principio, en Paraguay, la elección de un curepí (manera
despectiva en que los paraguayos se refieren a los argentinos desde
los días de la Guerra de la Triple Alianza) fue mirada con recelo,
pero que luego la sencillez del estilo de Francisco y varios de sus
pronunciamientos sociales fueron mejorando su imagen, y la de la
Iglesia local -algo deteriorada en los últimos años- hasta
desembocar en una alegría generalizada por su visita en julio de
2015 (para una versión quizás menos optimista, ver Semán 2015).
Las
particularidades de la cultura política de cada país y su
influencia en el clero local -que van más allá de las diferentes
posiciones teológicas- son evidentes también en el artículo de
Massimo Introvigne sobre la visita del Papa a Cuba y EEUU. El
discurso “anticapitalista” del Papa latinoamericano, común en
los intelectuales del área, resulta difícil de entender por parte
de varios sectores del catolicismo norteamericano y les impide
apreciar que en otros temas, como los relativos a la familia y a la
sexualidad, la posición del Papa es muy cercana a la suya. El autor
italiano sugiere que las simpatías políticas del Papa pueden haber
llevado a que no se encontrara con disidentes políticos cubanos, y
que sí lo hiciera con “disidentes” norteamericanas (aunque más
estrictamente se las debería calificar de “objetoras de
conciencia”, ya que se resistieron a seguir directivas de su
gobierno respecto de campañas de la sexualidad o del matrimonio
igualitario).
Resumiendo,
además de ser espacios masivos de encuentro de los fieles católicos
con el líder máximo de la institución religiosa que los nuclea, y
de creación de communitas religiosa
intensa, de renovación y fortalecimiento de identificaciones
religiosas, las visitas papales también se transforman en enormes
eventos/palcos en los cuales se escenifican las relaciones de poder
entre los grupos al interior de la Iglesia Católica (manifestando
sus diferencias no sólo teológicas sino también políticas), así
como las relaciones entre Iglesia-Estado, el poder de las grandes
corporaciones mediáticas para promover ciertas agendas y no otras, y
las posibilidades de cooptación o no de la Iglesia y de su máximo
referente por el gobierno de turno.
2)
Francisco y/en la Iglesia Católica
El
segundo grupo de trabajos, enfocados principalmente sobre la figura
de Francisco y las posibles consecuencias de su papado para la
Iglesia Católica, examinan las innovaciones performáticas,
discursivas, teológicas o de enfoque social que parecen caracterizar
el ejercicio del papado de Francisco. Permiten comenzar a evaluar, en
qué medida y en qué dimensiones específicas, será un renovador o
apenas un reformador de la institución que lidera. Particularmente
instructivas, para ello, son las varias alusiones que se realizan a
la actividad de papas anteriores -especialmente con Juan Pablo II y
con Benedicto XVI- que permiten evaluar mejor el grado de continuidad
o de cambio respecto de aquellos. El nivel de especialización de los
autores que aquí escriben permiten una profundidad mayor en el
análisis que las opiniones celebratorias periodísticas que vemos a
diario, que suelen hacer gala de una memoria más corta y comparar
solamente con su antecesor inmediato, o, como mucho, con los últimos
años de Juan pablo II cuando su minada salud ya hacía olvidar su
carisma y estilo iniciales.
Los
trabajos se focalizan en la repercusión de la elección, las
acciones y el discurso de Francisco tanto “al interior” (ad
intra )
como “al exterior” (ad
extra)
de la Iglesia. Ignazio Ingrao sugiere que Bergoglio fue electo por
sus entonces colegas cardenales principalmente para reformar la
Iglesia pero que “su
instinto y su carisma han llevado al Papa argentino a dirigirse
principalmente ad
extra (al
exterior de la Iglesia), como líder de una Iglesia que ha recobrado,
en un tiempo record, su autoridad y credibilidad”.
La
atención analítica a la agencia del Papa prefigura la relevancia de
una “sociología
de los pontificados”,
como propone Cecilia Costa. Especialidad que sería particularmente
significativa, como señala la autora “en
la época de la espectacularización y de la personalización, en la
cual el lenguaje mediático-visual tiene una creciente fuerza
simbólica”
y en la cual “el
pontificado de una persona específica consigue influenciar los
indicadores sociológicamente detectables de lo religioso”.
Algo
que, precisamente, intenta determinar Luca Diotallevi, utilizando los
resultados de investigaciones cuantitativas. Partiendo de la
constatación de que el catolicismo italiano se está transformando
en una “religión
de baja intensidad”,
se pregunta si la elección del nuevo Papa ha de alguna manera
revertido o intervenido en este proceso. Su evidencia indica que a)
la participación religiosa continúa en declive, b) que es a nivel
de la identificación religiosa -que se mantiene particularmente
alta- donde se puede notar un impacto positivo del pontificado de
Francisco ya que el nuevo Pontífice se convierte en el referente
empírico principal de la identificación religiosa y c) que ha
logrado, asimismo, invertir la tendencia de la opinión de los
italianos sobre la labor de la Iglesia en el país. El segundo ítem
resulta particularmente interesante en la medida en que en su propio
país de origen -por más que no tengamos datos cuantitativos para
afirmarlo taxativamente- parece haberse dado, en los dos últimos
años un fenómeno opuesto. Muchos católicos, decepcionados por lo
que perciben como un excesivo apoyo de Francisco al gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner y una escasa sintonía con el actual,
han elegido que su identificación política prevalezca por sobre la
religiosa. Son muchas las personas que se consideran decepcionadas
con el pontífice al que califican de “populista” cuando no
también -y ya más peyorativamente- de “peroncho”. No dejan de
identificarse como católicos, pero esta identificación se hace con
críticas expresas y
claras al actual papado.
Las
acciones ad-extra de
Francisco no son mensurables o analizables tan sólo en términos de
los efectos del reavivamiento que pueda producir -o no- en su grey
religiosa, sino también en el abordaje de cuestiones más sociales,
como la pobreza, la explotación capitalista, las consecuencias
inhumanas de la migración forzada, etc. Por ello, Carlos Steil y
Juliano Almeida examinan dos instancias de diálogo e intermediación
con la sociedad más amplia: el Encuentro Mundial de los Movimientos
Populares, que ocurrió en el Vaticano a fines de octubre de 2014 y
promovió la reunión de Francisco con por lo menos cien líderes de
los movimientos sociales de distintas partes del mundo (muchos de
Latinoamérica) y la intermediación de Francisco en la reanudación
de las relaciones diplomáticas entre Cuba y E.E.U.U.. Ambas
iniciativas, según los autores, podrían tener al menos dos efectos.
Por un lado, reforzar el papel de la Iglesia Católica como un global
player
y preservarla de volverse una “institución zombi” (en términos
de Beck, 2013). Por otro, y no menos significativamente, lograr
apoyos fuera de la Iglesia para darle firmeza al Papa frente a
la curia que lo rodea (con lo cual también queda claro que la
distinción entre actividades ad-intra y ad-extra es
principalmente analítica y no siempre clara)
Un
claro ejemplo de la relevancia de estas actividades más “hacia
afuera” de la Iglesia es el de la encíclica “ecológica” Laudatio
Si . Para
Cristián Parker, esta encíclica sería “una
reflexión cristiana acerca de las desigualdades y las deficiencias
del modelo capitalista de desarrollo, pero acentuando sus
interrelaciones con la crisis ambiental, el cambio climático, la
crisis del agua y de la energía y la necesidad de preservar la
biodiversidad”.
El pronunciamiento papal pone en evidencia la tensión que
evidenciarán muchos de los análisis de las acciones de Francisco:
resultan innovadoras dentro del contexto religioso e institucional
católico, pero no lo suficiente como para satisfacer las
expectativas de agentes y activistas ecológicos de la sociedad
secular, o de “católicos” cuya identificación religiosa poco se
corresponde con las propuestas teológicas y sociales de la Iglesia.
Aún así, para Parker, esta encíclica puede considerarse como “el
más completo y autorizado documento sobre la crisis ambiental global
que haya emitido autoridad religiosa alguna.”
Enzo
Pace se concentra más decididamente en el efecto ad
intra de
la labor de Francisco, examinando desde la sociología de las
organizaciones religiosas cómo el actual Papa está tratando de
cambiar la cultura organizacional de la Iglesia, desestructurando el
tipo-iglesia con una organización piramidal y de poder centralizado,
dirigido por una oligarquía burocrática que apoya un poder
monárquico absoluto, por otro que pasaría a efectuar la síntesis
de decisiones cada vez más descentralizadas. Según este autor, “se
trata de superar la estructura piramidal en favor de un modelo en
forma de “estrella”:
ya no más “un sólo hombre en el comando”, sino un líder
espiritual que dirige una serie de organismos colectivos, que pueden
tomar decisiones, compartir opciones y la responsabilidad, sin
dejarlo precisamente en la soledad de aquellos que deben tomar la
última decisión”.
Esto podría conllevar un largo, complicado y polémico proceso de
reforma interna de la Iglesia, que, como podría esperarse, ya está
encontrando varios tipos de resistencia dentro de la misma.
Además
de hacia
dónde están
orientados los esfuerzos de Francisco (si hacia “adentro” o
“afuera”), qué es
lo que dice y hace y porqué lo
hace, varios trabajos focalizan también en cómo lo
hace. Así, María Teresa Russo pone el acento en la retórica
comunicativa del
nuevo Papa, el uso del lenguaje coloquial, a menudo improvisado, que
provoca cercanía y que establece “una
especie de relación de confianza personal a través del diálogo”,
en el estilo de Juan Pablo I. Para esta autora, la síntesis de este
estilo es la homilía que realiza casi a diario en la capilla de
Santa Marta y que revela no sólo una “clara
preocupación pedagógica”
sino también sería “un
ejemplo de esta intención de presentarse más bien como un pastor de
almas que como un magister ex cathedra“.
En su famosa y extensa entrevista con Spadaro (2013), Francisco
definió la homilía como el “elemento
que permite la proximidad y la capacidad de encuentro de un pastor
con su pueblo”.
La homilía en Santa Marta ha asumido tanta relevancia que “parece
haberse convertido en el corazón del ministerio pastoral del papa
Francisco”
(Spadaro 2013). Este énfasis discursivo en ser principalmente “un
pastor” es, según Steil y Almeida, lo que lleva al actual papa a
insistir “sobre
la necesidad de acogida, por parte de la Iglesia Católica, de las
personas que no se encuadran completamente en los códigos restrictos
de la moral cristiana. Poniéndose en contra de una postura
burocrática y distante del sufrimiento humano, el papa Francisco
continúa actuando como pastor compasivo y sensible frente a los
eventos difíciles y dolorosos que suceden en la vida de las
personas”.
La
nacionalidad y proveniencia geográfica del Papa son invocadas por
varios de los analistas para explicar las características centrales
de su pontificado -que Parker resume como “su
acento en la doctrina social, su mirada privilegiada a los pobres y
su testimonio personal dado por un carisma austero, sencillo y
motivador”.
Para Steil y Almeida, las actitudes de Francisco fueron “forjadas
en el contacto directo con los pobres y con grupos vulnerables de las
periferias de Buenos Aires”
y así “inscriben
en una perspectiva pastoral latinoamericana en el centro de poder
eclesial que contradice la práctica disciplinar y judicial de los
papas anteriores”.
De manera similar, Paolo Naso sugiere que para entender los cambios
que promueve Francisco, “debemos
considerar, antes que a su teología, su “geografía. Ratzinger
veía el mundo desde el Norte de Europa (…) El mundo cristiano
visto desde la Argentina del papa Bergoglio, en cambio, tienen otras
formas y otros confines: en primer lugar, Europa no está en el
centro en su cartografía. Esto se debe a razones biográficas, por
supuesto, pero también a una visión global que parecía escapar a
su antecesor para quien el destino de la Iglesia parecía coincidir
únicamente con el del cristianismo en Europa”.
El
fuerte énfasis de Francisco en el ecumenismo también se derivaría,
según Naso, de la experiencia de Bergoglio con los movimientos de
renovación espiritual latinoamericanos (tanto católicos como
pentecostales). En lugar del enfrentamiento y la competencia, que
parecen haber sido las modalidades preferidas de su antecesor,
Francisco promueve el diálogo, en la convicción de que los reales
enemigos de la Iglesia son otros: “la
indiferencia, la secularización y la inacción en la
evangelización”.
La
relevancia de la “sociología de los pontificados”
propuesta por Costa se evidencia también en el artículo de Roberto
Cipriani, quien señala que “más
allá de los aspectos más vistosos de la figura del Papa”,
Bergoglio no representa una novedad absoluta en la historia reciente
de la Iglesia católica: “ya
hemos tenido la presencia del Papa “bueno”, es decir el papa Juan
XXIII, o el papa “intelectual” Pablo VI, o el papado
“breve” de Juan Pablo I, o el papado “largo” de Juan Pablo
II, y el Papa que heroicamente “renunció”, Benedicto XVI”.
Para este reconocido sociólogo italiano, “el “valiente”
papa Francisco es una continuidad en la sucesión de comportamientos
y eventos que no parecen registrar una interrupción sino variantes
de la misma cuestión: cómo interpretar y comunicar la autoridad de
una función suprema”. Como Russo, enfatiza que el sencillo estilo
comunicativo y personal de Francisco es uno de sus grandes
atractivos. Como Pace, pondera los efectos del papa argentino en el
modo de organización de la institución Iglesia, sugiriendo que
“quizás
el resultado-efecto final del Papa argentino (sea): una Iglesia más
sínodal en torno al “obispo de Roma” “.
Sin embargo, que Francisco llegue a ser “¿un
Papa más o un Pontífice diferente?”,
como pregunta en el título de su trabajo, puede depender, de un
factor que no ha sido suficientemente considerado: la duración
temporal de su pontificado.
3)
Hacia estudios futuros aún más constructivistas y reflexivos
A
esta multiplicidad de perspectivas y de temáticas que brindan una
mirada compleja y reveladora del papado de Francisco, propongo que
habría que agregarle, en ejercicios analíticos posteriores,
lecturas aún más críticas y reflexivas acerca de cómo construimos
nuestro nuevo objeto de estudio (“Francisco”, el “líder
global”, el “efecto Francisco”, etc.).
En
su trabajo en este volumen, Nicolás Guigou señala que podemos
pensar en Francisco como una superficie de inscripción de los
diferentes significantes de los sujetos sociales que lo tienen como
referencia, produciendo una articulación de sentidos variados (por
veces en conflicto) y concebirlo entonces como un significante vacío
y flotante (en el sentido de Laclau, 2009) “inscripto
acorde a las coordenadas políticas y de sentido que están viviendo
la Iglesia Católica y el mundo”.
El trabajo de Luis Bahamondes González brinda ejemplos en este
sentido, señalando cómo en Chile “su
imagen no sólo ha sido utilizada por religiosos locales (…)
sino también, por actores políticos, económicos y sociales para
dar cuenta de diversas problemáticas”
y cómo hasta ciertos CEOs locales han querido establecer una curiosa
continuidad entre la propuesta de Francisco y su propio discurso, con
la intención de “homologar
las “virtudes” del Papa al gremio empresarial“.
Similarmente, el artículo de Heraldo Maués muestra las diferentes
apreciaciones que los posicionamientos y pronunciamientos públicos
de Francisco han generado en distintos contextos y en analistas
europeos y brasileros.
La
conciencia reflexiva acerca de la inscripción de múltiples
significados en la persona de Francisco debe extenderse también,
claro, a los diversos análisis académicos que lo tienen por
protagonista y formar parte de nuestra agenda futura, en cualquier
“sociología de los pontificados” como la propuesta por Costa.
En
primer lugar, deberíamos determinar en qué medida nuestras
(pre)concepciones sobre la Iglesia Católica nos conducen a ciertos
tipos de análisis y afirmaciones acerca de la magnitud de la
relevancia social de su pontificado. A este nivel algo más reflexivo
apunta el trabajo de Pablo Semán, cuando remarca los varios
presupuestos católico-céntricos de las ciencias sociales
(principalmente latinoamericanas, pero no sólo). Por un lado, afirma
que solemos “sobre-ponderar
la importancia del catolicismo”
en nuestras sociedades, suposición subyacente a los cuestionamientos
académicos de que Francisco no fue suficientemente renovador en
determinadas causas sociales. Señala que “el
Papa (…) no ha intentado ser el héroe de la sumatoria de
reivindicaciones, que debería encarnar -según se deduce- del
señalamiento de sus deficiencias frente al proyecto emancipador
según la verbalización académica (..) a pesar de que se cree
que el papado y el catolicismo son incapaces de promover cambios
positivos se tiene en muy alta estima el peso del catolicismo en la
sociedad y por eso se le exige tanto”.
Esperamos
demasiado de la vocación y el compromiso de cambio del Papa porque
creemos que esto de alguna manera redundará en una sociedad mejor,
más acorde con nuestras expectativas, cuando en realidad deberíamos
cuestionar también el peso del catolicismo actual para lograr algún
cambio social. ¿Qué consecuencias sociales relevantes puede tener
que el catolicismo cambie su posición frente a los divorciados, si
las personas se divorcian cada vez más y hace rato que no se
preocupan demasiado por lo que pueda decir la Iglesia al respecto?
Similarmente, ¿qué consecuencias sociales relevantes puede tener
que el catolicismo “acepte” la homosexualidad en sociedades en
las cuales ya existe un matrimonio igualitario legal?
Como
he argumentado en otro trabajo, nuestra sobre-ponderación de la
influencia social del catolicismo se apoya, principalmente, en la
desmedida importancia que seguimos brindándole a
las identificaciones religiosas
(“el xx porcentaje de la sociedad se declara católico”) cuando
éstas poco se corresponden con cierta participación o
tipo de creencia religiosa
(Frigerio 2007). En nuestras sociedades actuales, al menos, que una
“mayoría” (cada vez más declinante) de la población
latinoamericana se identifique como “católica” no significa que
la Iglesia Católica posea la influencia significativa (religiosa o
moral) que parecemos asignarle sobre esta mayoría de la población.
Citando nuevamente a Semán: “..los
cambios que está viviendo el catolicismo no son tanto para cambiar
la sociedad como para mitigar el descomunal delay que
soporta el catolicismo en relación a la mayoría de las
sociedades en que se inserta, y que cada vez se alejan más de sus
prescripciones y sus instituciones”. Consecuentemente: “las
sociedades viven un proceso de largo plazo de descatolicización que
tiende a dejar las categorías catolicocéntricas de las ciencias
sociales de la religión en off-side“.
Además
de reconocer y relativizar nuestros presupuestos católicocéntricos,
debemos comprender mejor las construcciones sociales
de la persona/personaje de Francisco, tomando en cuenta el importante
rol que cumplen determinados mediadores entre su persona y los fieles
católicos, y debemos considerar también las
múltiples apropiaciones que
éstos realizan de su imagen y de su persona.
Para
esto es necesario principalmente focalizar más el análisis en el
rol de los medios en la construcción del personaje “Francisco”,
de su “estilo” y de sus “gestos”. Es preciso entender mejor
cómo los medios también
ayudan a construir su “carisma” personal -que tomamos casi como
un hecho “objetivo”. Aún no hemos considerado significativamente
en nuestros análisis la manera en que los medios enfatizan ciertas
frases, ciertos “gestos” y determinadas partes del discurso
papal, relevantes para sus propias agendas o contratos de lectura con
sus lectores y cómo silencian o desatienden otras frases,
pronunciamientos y posiciones papales -a veces más efectivamente
relevantes por su carácter más formal-. Esta construcción
mediática de Francisco, en una dimensión política, fue muy
evidente en Argentina, por ejemplo, cuando fue primero presentado y
alabado por los medios como “el líder” de la oposición a
Cristina Fernández de Kirchner y luego (no tan directamente, pero sí
claramente) criticado por estar mostrarse demasiado cercano a su
gobierno -cuando el propio pontífice siempre fue relativamente parco
en sus declaraciones a favor o en contra de los distintos gobiernos
nacionales.
Otro
importante factor de (inter)mediación aún poco estudiado son
las iglesias
locales,
que, como muestran varios de los trabajos de este volumen, pueden
tener mayor cercanía o distancia respecto del mensaje del pontífice
o, también, poseer representantes locales cuyo carisma está lejos
de corresponderse con el que ha mostrado Bergoglio desde su elección
como papa. Así, por ejemplo, en la festividad porteña de San
Cayetano, los miles de fieles que se movilizaban por el patrono del
trabajo entre múltiples imágenes y merchandising de
un sonriente y popular Francisco, recibían en cambio una bendición
presencial por intermedio de su bastante menos simpático sucesor
como arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, quien avanzaba con el
ceño fruncido y el gesto adusto, entre la multitud (Cecilia Galera,
comunicación personal de sus notas de campo).
Nuestro
católico-centrismo y sobre-ponderación de los efectos sociales del
catolicismo se extiende también y sobre todo al propio campo
religioso. Prestamos más atención a la agencia del Papa y de la
Iglesia y mucha menos (o ninguna) a las múltiples y muy diversas
maneras en que las personas se apropian de
sus símbolos y parte de sus creencias y prácticas. Como señalé al
principio de este artículo, no sólo es relevante examinar qué es
lo que Francisco hace,
sino también lo que las personas hacen
con y de
él;
la manera en que se apropian de su figura y de su mensaje,
resignificándolo de múltiples maneras, a través de marcos
interpretativos que en ocasiones poco tienen que ver con el propuesto
desde la Iglesia, desde los más cosmológicos y holistas, a
los más autónomos y anti-institucionales.
Si,
como bien afirma Costa, “la
acción de los Pontífices, en efecto, parecería transmitir un modo
menos filtrado institucionalmente de adhesión a la creencia – no
por presión sino por atracción– y por eso mismo, casi en línea
con los aspectos de la piedad popular”
tampoco debemos exagerar las dimensiones individualizadas de la
creencia religiosa. Es preciso recordar que siempre
está embedded (insertada)
en, o proviene de, algún tipo de contexto social -que no
necesariamente es el propiamente religioso (o el de la institución
religiosa, recordemos el rol cada vez más creciente de los medios en
la difusión de creencias religiosas) pero que siempre excede la
causalidad propuesta por un individualismo radical. Una
apreciación cada vez más cabal de los múltiples impactos del
pontificado de Francisco debe contemplar estas diversas dimensiones
de la realidad social.
[1]
Al mencionar autores, sin año de publicación, me estoy refiriendo a
las contribuciones en este volumen.
Referencias
bibliográficas
Beck,
Ulrich, 2003, Liberdade
ou Capitalismo: Ulrich Beck Conversa com Johannes Willms.
São Paulo, Editora da Unesp.
Frigerio,
Alejandro. 2015. Apropiaciones populares y autónomas del Papa
Argentino. Ponencia presentada en la Mesa Redonda “El Papa
Francisco: entre la religión y la cultura”. XVIII Jornadas sobre
Alternativas Religiosas en América Latina. Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales, UNCuyo. Mendoza, noviembre 16-19, 2015.
Laclau,
Ernesto, 2009, “Populismo: ¿qué nos dice el nombre?”, En:
Panizza, F (compilador), El
populismo como espejo de la democracia,
Buenos Aires, FCE.