Así como de la histeria nació la aventura psicoanalítica y los consoladores, de la actual pornografía no nace absolutamente nada. Al igual que la luz de una estrella que murió hace tiempo, la luz pornográfica es la emanación de algo anterior y ya muerto. Una fosa común de cuerpos fragmentados, móviles y pétreos a la vez. Laberintos tortuosos del magma tanático del deseo, que deja una rémora, un conjunto de imágenes como sucedáneo de algo que jamás se logrará tener, poseer o atrapar.
Jorge Idel “Ya no soy una máquina deseante: revisitando el Anti-Edipo en el Siglo XXI.” Buenos, Aires, Muros Abiertos, 1998.